Presentado en el Taller de Narradores de Santiago (8 de marzo, 2014)
En el año 1980, es escritor colombiano Gabriel García Márquez,
quien había impactado al mundo con la publicación de Cien
años de soledad, anunció en Cuba que
publicaría una nueva novela “Crónica de
una muerte anunciada”. Tras algunos
años de recesión literaria, el escritor, que aún no había sido galardonado con el premio Nobel de Literatura
decide recrear un suceso que había marcado a todo un pueblo y había cambiado la
vida varias familias. Sin embargo, el
autor no se limita a hacer la crónica de un asesinato vulgar y corriente, según
el mismo dice la vida termina por
parecerse tanto a la mala literatura, que en este sentido no tendría ningún
valor literario.
En el libro Gabriel García Márquez Una Vida,
el escritor Gerald Martin destaca lo siguiente: “…hasta entonces una
edición colombiana nunca había superado las diez mil copias, el nuevo libro de
García Márquez era la obra literaria de mayor tirada en una primera edición,
jamás publicada en el mundo. Dos
millones de ejemplares requirieron doscientas toneladas de papel, diez
toneladas de cartón y mil seiscientos kilos de tinta. Habían hecho falta cuarenta y cinco Boeings
727 sólo para exportar los ejemplares desde Colombia… el 29 de abril García Márquez declaró … Crónica
de una muerte anunciada … (es) mi
mejor obra”.
Cuando García Márquez llegó
a Colombia en febrero de 1981, con la intención de presentar su nuevo libro y
mientras era entrevistado por el poeta y crítico literario colombiano Juan Gustavo Cabo Borda, el entonces
presidente de Colombia anunciaba la ruptura de las relaciones con Cuba. Luego llegó a sus oídos que el gobierno
trataba de vincularlo al movimiento guerrillero M-19, que a su vez se
relacionaba con Cuba. Pero García
Márquez, no es Santiago Nasar, y se enteró de que había rumores de que podían intentar asesinarlo, así que de inmediato y rodeado de un grupo de
amigos pidió asilo en la embajada de México
y luego voló a la ciudad México donde fue recibido por numerosos
periodistas, admiradores y amigos.
En Crónica de una muerte anunciada, García Márquez se da lujo de
romper con algunos paradigmas pre-establecidos, para mantener la atención del
lector. No hay final sorpresa, la novela empieza diciendo: “El día que lo
iban a matar Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana…” Algunos lingüistas podrían sostener que al
decir que “lo iban matar”, se puede
entender que es un hecho que no ha sido consumado, que es evitable. No obstante, para disipar las dudas el primer
capítulo termina diciendo: “Ya lo mataron”.
Está narrada en tercera
persona, con algunas elucubraciones o más bien recuerdos del autor, por un narrador testigo que no tiene todos
los detalles de lo sucedido, y para completar su crónica regresa a su pueblo. Por medio de entrevistas reconstruye la
historia, de manera tan objetiva como
podría hacerlo veinte y tres años más tarde.
El autor no tiene la
intención de envolvernos en una trama compleja,
demuestra su habilidades narrativas,
nos mantiene apegados al libro, a la historia, aunque conocemos el argumento, sabemos los motivos, pero aún así necesitamos saber más,
involucrarnos, tomar parte de la trama
de un asesinato del que todos somos culpables, empezando por el obispo que
llegó y ni siquiera tuvo la delicadeza
de descender de su barco, saludar
algunos fieles, oficiar una misa que
estaba más que pagada por la gran cantidad de gallos que todos, incluyendo a
Santiago Nasar, le habían obsequiado,
para que le prepararan “sopas de crestas”, no pudo García Márquez proponer un platillo
más injusto. Es culpable de su muerte,
porque se llevó sus gallos y se limitó a dar una bendición insípida y sin
pasión. También, fue culpable su
madre, sus amigos, su novia, el coronel,
el cura, la novia devuelta, el cronista,
todos son responsables. Aunque
parezca extraño los únicos que hicieron algo para evitar que mataran a Santiago
Nasar, fueron los hermanos Vicario, pero sus esfuerzos fueron inútiles, y como una versión latinoamericana de un
Judas reflejado en un espejo, cumplieron
con el destino que la vida les había impuesto.
Si al momento de leer o
escuchar mis desvaríos, sobre una del
las obras más importantes, del Nobel latinoamericano Gabriel García
Márquez, no han leído Crónica de una muerte anunciada y piensan
que les arruiné la historia, que maté el
misterio, me arriesgo de decirles que
nada está más alejado de la realidad. Lo
repito, como lo hace García Márquez a lo largo de la narración. A Santiago
Nasar lo van a matar. Está condenado
desde la portada del libro. Si no puede
resistir eso, entonces no lo lea. Yo sí.
Lo leeré de nuevo. Dentro de un par de
años. Mientras espero una conexión en el
amigable aeropuerto de Panamá, para
volar a Uruguay, Perú, o a alguna isla
del Caribe. Tal vez, en ese momento
haya olvidado las dos mil cartas escritas por Ángela Vicario, más próximas a la lujuria que al amor
verdadero o que el fantasma de la Viuda Xius seguía llevándose las cosas de la
casa, en la que había sido feliz. Lo que
estoy segura que nunca olvidaré es que:
“El día que lo iban a matar Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana.”
Sandra Tavárez
