10 de agosto, 2010
Bar Moisés Zouain – Gran Teatro del Cibao
Santiago, República Dominicana
El placer
de contar historias
Desde niños nos sentimos atraídos por la narración de historias, no importa si reales o ficticias, lo esencial es que nos transporten a un
universo que, aunque paralelo a nuestra realidad, esté al mismo tiempo, tan
alejado que nos permita observarlo desde un plano superior. En nuestra infancia, cuando escuchábamos las palabras “había una
vez” sabíamos que un mundo fantástico se abriría ante nosotros.
Es justo agregar que escuchar la narración historias
no es del uso exclusivo de los niños, en nuestro país hubo una generación, que tuvo la oportunidad de disfrutar de
labios de algunos de sus propios compañeros de trabajo las obras de Homero,
Víctor Hugo y otros maestros de la
literatura universal. El Dr. Bruno Rosario Candelier, refiere que no
sabe exactamente en qué momento en nuestras fábricas, especialmente las de
cigarros, sus empleados dejaron de disfrutar el placer que les producía
escuchar historias, mientras hacían sus
labores, pero supone que fue a partir de la tecnificación de los procesos
industriales.
Ahora bien,
¿qué deleite produce leer, escuchar o escribir historias?
La explicación es tan sencilla como compleja.
“Que otros se jacten de lo que han escrito, a mí me
enorgullece lo que he leído”, sostiene Jorge Luis Borges. Quien lee, como señala el escritor Oscar
Zazo, es un testigo mudo. Todos, en algún momento, nos hemos sentido
impotentes ante la suerte de un personaje.
Por ejemplo, la manera en que muere Manuel Zamacona, en la novela “La
Región más transparente” del escritor mexicano Carlos Fuentes. Él era un intelectual, cómo es posible que
muera acuchillado por un desconocido en un bar cerca de El Zócalo. No obstante, nadie ha establecido que los
eruditos merecen una muerte especial.
En Los Hermanos Karamazov, cuando
muere el starets Zózimo, a quien todos
consideraban un santo, el hedor que
despedía su cuerpo era tan insoportable, que aún aquellos a quienes había
bendecido con sus milagros debían hacer grandes esfuerzos para permanecer cerca
del féretro. ¿Por qué Dostoievski, después de haberle construido una imagen
celestial, lo condena a este triste final?
Ese es el compromiso del lector, quien a excepción de aquellos cuentos o
novelas que nos presentan un final abierto, no puede hacer nada por la suerte
de los personajes. Sin embargo, considerando que, cada palabra escrita tiene su
razón de ser, el lector debe dilucidar el por qué.
Quien escucha las historias, es en apariencia un
receptor pasivo, pero en realidad está supeditado a todas las penurias y
avatares del lector. Y aún peor, porque no teniendo en sus manos el texto está
condenado a escucharlo. En la novela “Entre
Dios y Hombres”, del escritor portugués Manuel Moráis, hay una escena tan
intensa como horrible, que me permití cerrar el libro y darle un descanso a la
mente, aunque minutos más tarde, no pude
resistir la tentación de saber cuál sería el destino de aquellos niños. Si alguien la hubiese estado leyendo para mí,
no hubiese tenido otra opción, que escuchar y sufrir… sin pausas.
Para quien las escribe, es una especie de liberación. Crea un mundo de ficción cargado de
realidades, dando vida a personajes, creándoles un ambiente, atribuyéndoles
valores, para que finalmente hagan lo que el escritor tenía reservado para
ellos. Gabriel García Márquez sostiene
que: “narrar es quizás el estado humano
que más se parece a la levitación”.
Por lo menos, en el cuento, el escritor tiene dominio
absoluto de sus personajes, ya que en un
género como la novela, a veces, hay
personajes que se rebelan contra el destino que el escritor había dispuesto para
ellos.
Quien escribe, tiene el compromiso de que lo que
quiere contar, llegue a la mente y al corazón mismo del lector. Julio Cortázar plantea lo siguiente: “(…)
cuando escribo un cuento busco instintivamente que sea de alguna manera ajeno a
mí en tanto demiurgo, que eche a vivir con una vida independiente y que el lector tenga o pueda tener la
sensación de que en cierto modo está leyendo algo que ha nacido por sí mismo…”
Si de los
diversos géneros literarios escogemos el cuento, y nos adherimos a las palabras
de Juan Bosch, quien expresa: “el cuento debe comenzar interesando al lector”,
con estas palabras, tenemos la primera
parte, Bosch también señala que: “lo
fundamental es mantener vivo el interés del lector y por tanto sostener sin
caídas la tensión, la fuerza interior con que el suceso va produciéndose”. Si logramos mantener el interés del lector
hasta el final, ya tenemos la respuesta
a nuestra pregunta inicial.
Ahora, dejo ante ustedes mi libro: Matemos a Laura, uno de mis proyectos
anhelados, porque ha llegado el momento de que salga de mi entorno y sobreviva,
sin mi protección. Si uno de ustedes
medita sobre él, lo analiza o
simplemente lo lee en voz alta para que alguien lo escuche, podré al fin experimentar ese deleite
espiritual, el clímax que produce, el
placer de contar historias.
Sandra Tavárez
No hay comentarios:
Publicar un comentario