Duarte fue un visionario, gestó nuestra nación bajo el lema de: Dios,
Patria y Libertad, afirmando con esto
nuestra fe cristiana, nuestro amor a la tierra que nos vio nacer y nuestro
derecho a ser libres.
Al momento de acontecer lo que los historiadores han
llamado la Independencia Efímera, de José Núñez de Cáceres, Duarte solo contaba
con ocho años de edad, de algún modo
este deseo de emancipación echó raíces en su mente y en su corazón.
A la edad de quince años fue enviado a Inglaterra para
completar sus estudios, luego fue a Francia y más tarde a España. Los cambios que en aquella época se
produjeron en Alemania y Francia, y los
grandes acontecimientos acaecidos en España,
contribuyeron a crear el ideario político de Duarte. La oportunidad de recibir una educación liberal
fue determinante en su formación. Siendo testigo de los derechos que tenían los
europeos y reconociendo que somos un pueblo con identidad propia, la idea de independencia empezó a germinar en
su cabeza. El derecho a su pueblo de ser
libre e independiente.
El escritor Máximo Vega, en El
libro de los últimos días, sostiene
que Duarte fue un hombre de una sola idea: La Patria. Duarte
en septiembre de 1843 en su primer
exilio dice: “Mi pensamiento, mi alma, yo
todo, no me pertenecía: mi carísima Patria
absorbía mi mente, llenaba mi corazón y
sólo viviría por ella”.
Ese hombre cuyo único pensamiento era la Patria, fue condenado al exilio en tres
ocasiones, primero por extranjeros invasores,
luego por malos dominicanos. Finalmente
murió lejos de su tierra.
En el libro Vicisitudes de Juan Pablo Duarte el escritor Juan
Daniel Balcácer señala que Duarte “Profesó una doctrina política fundamentada
en el sistema democrático…” Parafraseando
aquel poema de Jorge Luis Borges que dice: “¿De qué puede servirme que aquel
hombre / sufriera, si yo sufro ahora?, el historiador, Balcácer escribe: ¿De
qué ha servido que Duarte sufriera por nosotros, / si los dominicanos también
sufrimos ahora?
Juan Pablo Duarte fue proclamado Presidente de la
República por el Cibao. No aceptó tal
distinción porque entendía que quien gobernara la novel Nación debía ser escogido
por medio de elecciones libres.
Aunque su vida está revestida de una ligera niebla debemos,
sacar a la luz todo aquello que él
representa. Juan Pablo Duarte era poeta, un patriota
romántico. Su producción literaria no es
muy amplia pero su poesía nos deja impregnados de nostalgia, sufrimiento,
anhelos y desafíos.
“Pasaron los
días
de paz y amistad
de amor y esperanza,
de fina lealtad.
Las glorias pasaron,
la gala y primor…
Quedaron recuerdos
de amargo sabor.
Algunos de los fragmentos de sus cartas se han convertido
en verdaderas piezas de divulgación de su pensamiento:
"Nunca me fue tan necesario como hoy el
tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón
conspiran contra la salud de la Patria".
Era políglota,
hablaba inglés, francés, alemán y portugués, además de enseñar estos
idiomas tradujo algunas obras al español.
Perteneció a la Logia masónica Constante Unión donde
se presume que alcanzó el grado 30 o consejo Kadosh. En la minuta del 24 de junio de 1843 Duarte
aparece con el cargo de “Arquitecto”. Se entiende que sus principios masónicos
fueron determinantes para la creación de la sociedad secreta La Trinitaria. Ésta, constituida originalmente por nueve
miembros divididos en tres grupos iguales
tenían un sistema de comunicación por medio de toques que significaban:
confianza, sospecha, afirmación, negación. Además
guardaban por medio de un alfabeto criptológico todo lo que convenía mantener en
secreto. Los nueve miembros firmaron con sangre de sus
venas el Juramento Trinitario.
Con el objetivo de difundir las ideas liberales por
medio de la presentación de obras teatrales se fundaron otras dos sociedades La
Filantrópica, bajo el lema de “Paz, unión y amistad” y más tarde La Dramática. Presentando obras
como: “Roma Libre”, del dramaturgo Italiano Vittorio Alfieri, “La viuda de Padilla” de Francisco Martínez
de la Rosa, “Un día 23 en Cádiz” de
Eugenio Ochoa, entre otras.
Sin embargo, los sacrificios hechos por este gran
hombre, luego de consumada la separación
definitiva de Haití tuvieron como premio el exilio. Al parecer nuestros
próceres están condenados al ostracismo o la muerte. Aún así, cuando Duarte entendió que se había
socavado la soberanía nacional, volvió a
su patria poniendo al orden, en contra de la anexión a España, su pensamiento y
su espada. Dispuesto a luchar y morir si
fuera necesario.
¿Qué tanto sabemos de la vida y obra del prócer que
ideó nuestra independencia? En el año
1981, el presidente Antonio Guzmán
Fernández, promulgó la ley 370-81, la cual en su artículo primero estipula que
es “obligatoria la enseñanza y
divulgación de la vida y obra del Patriota Juan Pablo Duarte, tanto en las escuelas públicas como colegios
y escuelas privadas, a fin de que sea medular el conocimiento de nuestro gran
valor histórico político”. Esta
ley, me imagino, va más allá de que nuestros estudiantes lean
en voz alta una biografía resumida, en
los días próximos a celebrar su natalicio.
El escritor Máximo Vega considera inapropiado que el estudio de la vida
y obra del arquitecto de nuestra independencia de haga de manera
obligatoria. Piensa, que esto debe ser un acto voluntario,
natural. Aún estando de acuerdo con lo
que él plantea, lo cierto es que la realidad dominicana es otra.
Una encuesta realizada en el 1994, sobre “¿Quién
es la persona más admirada en el país?” arrojó el siguiente resultado: un
36% dijo admirar a un familiar (especialmente la madre), un 22% al Dr. Joaquín
Balaguer, otros elegían artistas o deportistas de la época, sólo un 5% dijo admirar a Juan Pablo Duarte. ¿A
qué se debe este desinterés? ¿Por qué no
nos identificamos con la vida y obra de este gran dominicano? No es falta de empatía, es porque no lo
conocemos.
Necesitamos despertar el Orgullo Nacional. Saber que
si hoy nos llamamos dominicanos es gracias a ese hombre que nos imaginó como una
nación libre y soberana. Que debía
organizarse sobre la base de una democracia representativa. Que sus gobernantes debían ser elegidos por
el pueblo en elecciones libres. Ese
hombre que sacrificó su vida en pro de sus ideales.
Decir, que el
sistema educativo ha fallado en inculcarnos los principios y valores duartianos es un acto de
irresponsabilidad. Estamos en la era de
la comunicación. El conocimiento está al
alcance de todos. Si su programa
pedagógico, en la educación básica o en
la universidad, no incluye una materia
que se especialice en Juan Pablo Duarte como sujeto y objeto de estudio, exijan que así se haga. Y si no, entonces investiguen por cuenta
propia. Cumplan con su deber como
dominicanos. Valoren el esfuerzo hecho
por un puñado de hombres y mujeres que no se conformaron con que le impusieran
un gobierno, un idioma, con que cerraran
la universidad. Conozcan su historia. Entonces sí podrán considerarse como
individuos libres. Como entes
pensantes, conscientes de su papel en la
sociedad. Responsables de su
destino. Con capacidad para exigir
respeto. Proclamar ante Dios y ante el mundo, nuestra soberanía y defenderla en cualquier
escenario.
A más doscientos años del natalicio del arquitecto de
nuestra independencia, debemos
reflexionar sobre su legado. El ideal
de una Patria libre e independiente. Recordemos
sus palabras: “Aprovechemos el tiempo”, “Trabajemos por y para la patria, que es
trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”. Si nos olvidamos de su ideal, entonces sí
podemos decir que su sacrificio fue en vano.
De nada valió su lucha, ni su
exilio, ni su muerte…
Hagamos el compromiso de que las nuevas generaciones
conozcan y valoren la vida y obra de ese gran hombre a quien con orgullo, todos
y cada uno de los dominicanos debemos llamar: JUAN PABLO DUARTE, PADRE DE LA PATRIA.


