por: Sandra Tavárez
Nuestra cabeza se llena de imágenes y pensamientos al
escuchar la palabra Zorba,
indefectiblemente pensamos en la libertad, en Niko Kanzantzakis, el escritor de obras controversiales como La Última Tentación y tan humanas como Alexis Zorba el Griego.
Kazantzakis, escritor nacido en Creta (Grecia) en
el año 1883, que alguna vez se sintió
atraído por el comunismo, que vivió
durante seis meses en un monasterio para acercarse a Cristo y que luego fue
excomulgado de la iglesia Ortodoxa. El
mismo que fue nominado al premio Nobel de Literatura, nos presenta un mundo
llamado Zorba, sin ataduras materiales
ni espirituales, libre, sin pasado ni futuro. Entregado a un eterno presente que le permite
disfrutar la vida como si cada instante fuera el último que le estuviera permitido
vivir, y frente a él un personaje más
lógico que no podía evitar maravillarse ante la sola presencia de Zorba y de
cómo este comulgaba con el universo: “cómo
su alma, su cuerpo formaban un todo armonioso… mujeres, pan, agua, carne,
sueño, se confundían alegremente con su carne y se convertían en Zorba”.
Esta obra narrada en primera persona, manifiesta las
ideas de libertad de su creador. Su repudio
a la guerra cuando expresa: “de dónde
surgirá ese impulso que nos lleva a arrojarnos contra otro hombre, que no nos
ha causado daño alguno… al mismo tiempo que invocamos la ayuda de Dios”
Kazatzakis nos revela su amor por su tierra y por la
literatura comparando el paisaje cretense con la buena prosa. Se ve reflejado en la figura de Zorba (libre,
vivo), en su patrón (un devorador de
libros a quien su mejor amigo llamaba “rata papiróvora”) y en este último, su
amigo, quien sale en auxilio de los griegos que se encuentran en medio de la guerra.
Como toda gran obra,
cada uno de los elementos y personajes son imprescindibles, no la imagino sin la presencia del
santuri, más que un simple instrumento
de cuerda, es un ser animado, que decide
cuándo quiere ser tocado, llenando a
quien lo escuche de una alegría espiritual indefinible. El baile, es otro de
los elementos esenciales y según el propio Zorba más que movimientos rítmicos
es lenguaje, un medio de
comunicación, y cuando el patrón trata
de explicarle algún concepto que en su ingenuidad, casi primitiva, él no
alcanza a comprender le dice, si pudieras bailarlo, te entendería.
Zorba, a
primera vista, parece misógino, se
refiere a las mujeres como “la especie hembra”,
las define como “bestias” y asegura que la primera mujer no fue creada
de una costilla de Adán, sino de los cuernos del diablo. Sin embargo, cuando está con una mujer, como su “Bubulina”, una prostituta vieja,
gorda, derrotada, él se entrega por entero,
haciéndola sentir amada, deseada.
Y en ocasiones es capaz de poner en riesgo su propia vida para proteger
la integridad física o moral de una mujer.
Prefiere las viudas, ya que ve en
estas, seres ávidos de compartir su cariño.
A veces, Zorba se ve asediado por dudas existenciales
como: “qué es el hombre, para qué está
en la superficie de la tierra”. Él
no lo sabía, pero su patrón, quien había devorado cientos de libros, tampoco tenía
la respuesta. Y como un niño olvidaba
rápidamente esta preocupación. Cedía a
la buena comida, al santuri. Volvía al presente, el único tiempo que vale
la pena mencionar. Para él la felicidad
reside en: “un vaso de vino, una castaña… el rumor del mar”.
Zorba se entrega por entero a todo lo que hace. Lo mismo si hace el amor o si saca lignito de
una montaña. Su filosofía se basa en una
pregunta: “¿Qué haces ahora Zorba? … pues
entonces hazlo bien”. En una
ocasión cuando estaba dedicado a la alfarería decidió cortarse un dedo, porque
le estorbaba. ¿Qué tan convencidos
debemos estar nosotros, para atrevernos
a cortar uno de nuestros miembros con el único objetivo de llegar a la
perfección? Si pensamos de manera
convencional, lógica, nunca encontraremos
una razón fuerte como para tomar a esta decisión (al menos no en
occidente). Esto encierra una verdad: no
somos libres. Estamos atados a normas de
comportamiento racional. Pero para qué
nos sirve la razón, sin nos quita la libertad. Para qué quiero la razón, si no me deja ser como Zorba. Un súper hombre al que no le interesa disimular su tristeza o su alegría. Que baila cuando siente deseos de
hacerlo, ya frente al mar, ya frente al
fuego. Y por qué yo, si amo el baile, tanto como Zorba, necesito un motivo, estar con otros, incluso necesito música para poder
bailar. Por qué no, simplemente,
consumar el deseo. Porque no soy
libre. Porque hay miles de ojos que me
observan. Y si un día voy caminando por la calle y empiezo a bailar pensarán que enloquecí. Hablo del baile por tomar un tema sencillo y
universal. Una de las cosas que más me
maravilla de Zorba, es su capacidad
de sorprenderse. Su impresión de que está viendo algo por
primera vez. “¿Qué es aquello… ese milagro, patrón, ese azul estremecido que se ve
allá? ¿Cómo lo llaman? ¿Mar? ¿Mar?... te
lo juro patrón es la primera vez que veo esto”.
Lo cotidiano se
vuelve extraordinario y esto permite disfrutarlo hasta el infinito. Deslumbrarnos hasta las lágrimas. Descubrir que todo es nuevo para nuestros sentidos
¡Oh, Zorba! Qué
maravilloso es beber vino por primera vez,
leer un libro por primera vez, besar por primera vez.
excelente novela y excelente comentario. Y excelente película, también.
ResponderEliminarNo, no somos libres en lo absoluto. Todos somos hijos del sistema, un sistema que dicta como debes sentarte, con quien debes casarte, incluso los lugares que puedes visitar. Todo esto sin que lo notes.
ResponderEliminarNo he tenido la oportunidad de leer la novela, pero al leer tus comentarios recuerdo las palabras de Trinity para Neo: “the Matrix has you”.
Gracias por compartir estos pensamientos con el mundo.
Muito obrigado por compartilhar o seu comentário querida Sandrinha!
ResponderEliminarAtt.
Fidel Cepin